La ciudad de Atlanta es clave en la vida de Sebastián Firpo, primer atleta argentino que se suma al International Olympic Committee’s Athlete Career Program de
En Atlanta es donde por primera vez Firpo participó de una edición de los Juegos Olímpicos con la selección argentina de vóley. Como nunca antes, allí sintió que se le achicaba el estómago ante la espectacular ceremonia de apertura y tembló de emoción cuando vio a 90.000 personas reunidas en el Estadio Olímpico del Centenario. También, donde pudo dar rienda suelta a su cholulismo deportivo y codearse en el comedor de la villa olímpica con atletas como las tenistas Steffi Graf y Mónica Seles.
Hoy, tras más de 20 años de una exitosa carrera deportiva, Atlanta vuelve a ser importante para él gracias a
“Me llamó la atención que una empresa como
También lo motivó la estabilidad y el aprendizaje que, durante un año, brinda el programa creado en 2011 por Thierry Borra, Director of Olympic Games Management en

Un largo romance
El romance de Firpo con el vóley empezó en su ciudad natal, San Nicolás de los Arroyos, ubicada a 200 kilómetros de la capital de Argentina. En el club de la fábrica de la metalúrgica SOMISA, donde trabajaba su papá, jugó al fútbol, al rugby y practicó natación y tenis. “Yo era muy inquieto y le rompía todas las plantas del jardín a mi mamá jugando a la pelota. Así que para que sacara toda mi energía adolescente me mandó a vóley con mi hermano, que ya practicaba”, recuerda.
“Tuve la suerte de que cuando empecé, a los 12 años, no había nadie de mi edad, entonces siempre jugué con gente más grande y eso me ayudó a mejorar mucho y muy rápidamente”, señala. Al poco tiempo fue convocado para la selección nacional menor, luego para la juvenil y, finalmente, para la mayor.
La lesión de un compañero le permitió ocupar su lugar como segundo armador y su carrera despegó. Viajaba a torneos y hasta participó de la Copa del Mundo que se disputó en Japón en 1995. Con tan sólo 19 años, había llegado a un gran lugar en su deporte sin haber hecho esfuerzos desmedidos ni pretemporadas extenuantes. ”Soy un talento, me decía a mí mismo”, reconoce.
Sin embargo, la llegada de otro armador le demostró que aún tenía mucho por aprender. “Empecé a quedar fuera de las convocatorias y me tuve que replantear mi actitud y esforzarme más”, dice. El esfuerzo tuvo frutos por partida doble. Participó de los Juegos Olímpicos de Atlanta y de los Sidney en el 2000, donde el equipo se lució y logró el cuarto lugar. Aprendió a tolerar la frustración y enfocarse en el objetivo. Esos son dos valores que hoy aporta a su trabajo en
“Los deportistas fracasamos mucho más de lo que tenemos éxito. Lidiamos todo el tiempo con palabras como miedo y fracaso y aprendemos mucho de una derrota porque nos quedamos pensando en lo que hicimos y en lo que podríamos haber hecho. Durante nuestra carrera desarrollamos virtudes como el manejo de las presiones y los fracasos, de una forma diferente a la que da el trabajo corporativo del día a día”, explica.
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