Formado por agua de deshielo, el río Mendoza nace en el Aconcagua y resulta vital para el desarrollo del norte de la provincia homónima. Aunque su caudal es muy importante, el aumento desmedido en la demanda de agua atenta contra su capacidad de abastecimiento y, sobre todo, su conservación. Frente a esta realidad avanza a paso firme la creación del primer Fondo de Agua del país, con el propósito de proteger la cuenca y restaurarla antes de que sea demasiado tarde.
Para conocer más sobre la iniciativa anunciada a comienzos de este año, Journey entrevistó a Alejandro Calvache, coordinador del Fondo de Agua de Mendoza en representación de The Nature Conservancy (TNC), la organización que lidera el proyecto a nivel global. Según explica Alejandro, más allá de las variables de cada zona los problemas que se encontraron en Mendoza tienen puntos en común con lo identificado en otras partes del continente: “Muchas de las ciudades de América Latina que crecen en población y desarrollo de industrias comienzan a sentir estrés hídrico; es decir, la merma en la cantidad y la calidad del agua. Es un proceso que se acelera; estamos ejerciendo una gran presión sobre la tierra, los bosques y nuestros ríos. Si bien la Argentina es un país relativamente afortunado en cuanto a recursos, no escapa a esa dinámica”, señala Alejandro, que también está a cargo de proyectos de este tipo en Colombia, El Salvador, México y Uruguay.
Oriundo de Bogotá, Alejandro trabaja desde hace 12 años en TNC, una organización sin fines de lucro que nació en Estados Unidos en 1951. Economista de profesión, entiende a la perfección que la crisis de este recurso esencial impacta en todos los órdenes de la sociedad: “El hecho de deteriorar tantas áreas naturales en algún momento terminará por encarecer el acceso al agua potable. Ya sucede en San Pablo, por ejemplo, y si no hacemos algo para detener esa presión vamos a estar en problemas”, advierte.
En ese sentido, Alejandro destaca que el gran valor de los Fondos de Agua es que, pese a la urgencia del tema, no busca emparchar la situación sino desarrollar estrategias que permitan resultados perdurables: “Este es un compromiso de largo aliento. Más allá del monitoreo de las cuencas y de las áreas afectadas trabajamos con las comunidades que viven en el lugar, con los usuarios finales, e intentamos generar ciencia e incidir en las políticas públicas”, explica.
Se llama Fondo de Agua a un conjunto de mecanismos financieros y de gobernanza pensados para ofrecer soluciones a la problemática que enfrenta una cuenca en particular. Lo conforman organismos gubernamentales, sociedades civiles y empresas privadas, y ya hay 24 en funcionamiento en ocho países de América Latina. Otros 15 fondos están en proceso de creación, entre ellos el de Mendoza, que cuenta con el apoyo de
Alejandro señala que el caso de Mendoza es particular porque se ve perjudicada tanto por la sobreextracción del agua subterránea como por la pérdida de masa glaciar. Identificados ambos problemas, el proyecto local está a punto de entrar en una segunda fase: un proceso de diez meses que culminará con el diseño de una estrategia a cinco años para mejorar el manejo de 120 hectáreas de cuenca. Restan definir las herramientas para lograrlo, pero en otras experiencias en la región han recurrido a intervenciones específicas como la recuperación de bosques, protección de humedales, control de afluentes y de la ganadería de la zona, entre otras acciones que podrían ser replicadas también en este caso.
Apuesta a largo plazo
Fomentar un cambio cultural resulta un factor clave para el futuro de los proyectos y de las cuencas, resalta Alejandro. Así fue como se lograron importantes avances desde la creación del primer Fondo de Agua en Quito, Ecuador, allá por el año 2000. Los resultados son esperanzadores, pero sin conciencia no hay solución posible. “Creemos que proteger la naturaleza, recuperar la salud de nuestros ecosistemas, es fundamental para reducir los riesgos futuros de abastecimiento de agua. Pero para esto es fundamental que todos sepamos cómo funciona el sistema y qué recorrido tiene el agua que se consume en casa, cómo llega hasta la canilla. Los que vivimos en las ciudades no tenemos que caminar para recogerla, es un lujo que damos por sentado”, describe.
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