La moda sostenible parece haber encontrado la fórmula de la eternidad: aquello que estaba destinado a la basura hoy aparece sobre pasarelas y vidrieras desplegando creatividad y arte. Los descartes industriales, las prendas antiguas y hasta las bolsas de plástico se convierten en verdaderos objetos de tendencia. Y ese elixir de la inmortalidad es un neologismo que pisa fuerte y llegó para quedarse: se lo conoce como upcycling (supra-reciclaje, en español), término que comenzó a utilizarse en Europa en la década del ’90 y ahora está en boca de aquellas personas que tienen una mirada sostenible sobre la realidad que atraviesa el planeta. Se trata, ni más ni menos, que darle una nueva “vida útil” a ciertos materiales a través de la generación de valor durante el proceso.
Con más de 40 años de experiencia en el mundo de la moda, Alejandra fundó su marca en 2007. “De mis abuelos inmigrantes aprendí eso de conservar y ahorrar; de esa forma me fui metiendo en el mundo de la sustentabilidad, reutilizando lo que tenía sin necesidad de comprar nada”, señala.
El origen de los materiales
Modesta es un local de Palermo Hollywood que vende carteras, bolsos y sobres de diseño creados a partir de bolsas de plástico, un material que normalmente sólo tiene el fin de trasladar objetos por pocos segundos para luego terminar en la basura. Sus fundadoras son Paula Ckroü y Emiliana Carricondo, diseñadoras en Comunicación visual de la Universidad de la Plata, quienes comenzaron a interesarse por las bolsas plásticas en 2008, al descubrir que un camino costero que solían visitar estaba opacado por la instalación de un relleno sanitario que había transformado ese espacio verde en un basural. “Ahí empezamos a pensar qué pasaba con la basura una vez que salía de nuestras casas y dónde terminaban las bolsas que utilizábamos. Nos fuimos haciendo un montón de preguntas, que tienen que ver con empezar a cuestionar los sistemas establecidos para las cosas”, cuenta Paula.
“Como diseñadoras queremos formar parte de otro circuito; no del de consumir y tirar, sino del de aplicar el diseño de una manera más social, que sea beneficiosa para todos”, añade por su parte Emiliana. Sobre los productos que adquieren sus clientes, su socia puntualiza: “Es muy importante que se vayan con información. Les entregamos un producto que cuenta una historia, que atravesó un proceso artístico y que es único. Revalorizamos el tema del reciclado, pero también el de la calidad. Queremos ofrecer un producto que compita y esté al nivel de cualquier otro del mercado”.
Si bien hace ya muchos años que la “ropa vieja” es protagonista en ferias vintage, en el caso de la marca Datri es la base para el upcycling. “Empecé a comprar en ferias americanas sacos de hombre que eran 100% lana y a partir de esas prendas masculinas comencé a confeccionar ropa femenina. Esa fue mi tesis final de carrera”, explica Yesica D’Atri, que hoy apela a la reutilización de prendas de sastrería en desuso para crear sus colecciones.
El upcycling propone un cambio que va más allá de la moda, de las temporadas, de lo que se usa o es tendencia. Tiene que ver con un nuevo paradigma. Yesica lo tiene claro, ya que el interés por la sustentabilidad también se ve en los compradores: “Ahora quieren saber cómo se hace esa prenda, de dónde viene el textil, cuáles son los talleres que la fabrican. El camino, claramente, viene por ese lado”.
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